Continuando en línea con el post anterior, trataré hoy uno de los mitos más populares: el amor a primera vista. Cuenta la leyenda que se manifiesta entre dos personas antes de que empiecen a interactuar verbalmente y que es el anticipo de una relación muy duradera…. Suficiente. Bajémonos de esa nube y pasemos a ver lo que está ocurriendo.
Atracción a primera vista
Este flechazo es uno de esos ideales románticos que muchos quisieran experimentar. Encontrar a “la elegida” y enamorarse perdidamente el uno del otro. Pero lo que en esta primera fase se denomina amor, es en realidad atracción.
Esta puede tener origen en muchos factores como el aspecto físico, el lenguaje corporal, un rostro similar al de alguien amado anteriormente, un parecido físico con un amor platónico, el contexto, y muchos otros motivos, pero el romántico jura que es “verdadero amor”.
El idealismo no falta
Pero quizá lo que más impulsa al enamorado es la fabricación de la personalidad del otro. Sin conocerla ya está dando por sentado que la otra persona es poseedora de ciertas virtudes y, como es de suponerse, pocos defectos. El amor a primera vista es desconocer a la otra persona y ponerle cualidades por doquier para que se ajuste a nuestro ideal.
¿Por qué tanta ilusión? Porque de otro modo se le acaba la fantasía. Si asentara en la realidad aquello que siente y sus supuestos, se daría cuenta de que no existen motivos para creer que la otra persona es perfecta para la relación que está buscando. No la conoce, pero su inventiva le sirve para justificar su atracción, tanto a sí mismo como a los demás.
El proceso
Antes de que se den los primeros acercamientos es frecuente escuchar frases como: “Se nota que es una mujer inteligente”, “Se ve que es un hombre maduro”, “Es mi tipo de mujer/hombre”. Estas deducciones son producto de la forma en que la otra persona viste o habla con los demás, pero no todavía no hay nada que compruebe que la persona en cuestión sea tal y como la imagina el pretendiente.
Cuando las primeras conversaciones tienen lugar, el flechado se enfrenta a la verdadera personalidad, gustos, actitudes y conductas. Tiene en ese momento dos alternativas: hacer un contraste ilusión-realidad y decepcionarse, o hacer caso omiso de lo que no le gustó y quedarse únicamente con lo bueno. Y adivina que es lo que la mayoría hará: seguirse ilusionando.
A menos que la lectura inicial haya encajado con la personalidad real, lo siguiente suele ser un intento de conquista fallido o una relación disfuncional. Enamorarse de una personalidad y lidiar con otra completamente distinta conduce a una sucesión de frustraciones y desengaños. Esto es así en tanto se espera del otro una respuesta o una conducta ideal, pero se recibe otra.
Aterrizar o estrellarse
Luego de suficientes desplantes nuestra víctima tal vez haya aprendido la lección. La próxima vez volverá a pasar por un proceso similar con algo más de cabeza fría. Algunos afortunadamente tienen carácter para aceptar su error desde el comienzo, admiten que no es lo que esperaban y se conforman con una amistad. Este también es el caso particular del seductor selectivo que ejecuta su abordaje pero que al ver rasgos de personalidad que no le gustan simplemente dice “No, a esta mujer no la voy a seducir”.
Los que llevan todas las de perder son los que se aferran a su imaginario. Incluso cuando han logrado involucrarse en una relación conservan ideas como “yo sé que él/ella va a cambiar”, “sé que es un patán, pero es que a veces es tan diferente”. Llámalo absurdo o patético, pero es el pan de cada día en muchas relaciones. Mira hasta donde puede llevar un mito a una persona. Insisto en lo que mencioné en el párrafo anterior: es cuestión de carácter.
Just Livin Man!
